¡Basta de notas post-it mentales!

Las grandes actividades de mi rutina diaria están guardadas en “carpetas” o “directorios” fijos, claramente identificados e internalizados: los horarios del colegio, las reuniones de equipo, el trazo grueso del día a día.

Sin embargo, siempre he pensado que las cosas más pequeñas, pero a las que también hay que prestar atención, son como pequeños “post-its mentales”: asuntos que no son centrales pero de las que no me puedo olvidar. Por ejemplo: cuándo toca llevar merienda a la clase, el regalo de cumpleaños del amiguito tal o cual, dónde y a qué hora es el festejo, comprar más colitas de pelo, llevar la bici a arreglar, la clase abierta de danza/arte/inglés/huerta/música o qué se yo.

Si en la distribución de tareas cotidianas usualmente la madre carga con más cosas de la rutina pura y dura, estoy convencida que el reparto es más desigual todavía en estas pequeñas cosas. Consideradas de a una, a nadie se le va la vida en ellas, pero en su conjunto hacen al funcionar diario del hogar y a mí al menos me generan un gran estrés por acumulación. Sobre todo en esta época del año siento que mi cabeza está como la foto: ya no cabe un puto post-it más. Ya quiero que termine la escuelita de fútbol y festejo cada entrenamiento cancelado. No quiero tener que acordarme una vez más de sacar la toalla húmeda de la mochila de natación. No quiero pensar en no agendar cosas tal o cual día por un paseo del cole, ni pensar que el día tal van a entrar antes/salir después de clase por un paseo especial. No quiero abrir el cuaderno de comunicados con temor a encontrar la nota indicando que hay que comprar brillantina y papel afiche, y también tener que recordar eso. No es muy distinto en la casa: hay que llamar al que arregla la ventana, y pasar por el veterinario por las pastillas de los perros (arriba del post-it de ir a la veterinaria pego otro: preguntar por los parásitos… Buenísimo, post it sobre post-it!).

Y claro, tampoco olvidarme que tengo que comprar más post-its.